Educación y Felicidad
Quienes me han hecho el honor de leer los libros «El poder de aprender» y «La cultura del aprendizaje» se habrán dado cuenta que existe una sección sobre educación y felicidad. Concretamente en la sección introductoria del segundo capítulo intitulado Aprendizaje y Cultura del libro sobre La cultura del aprendizaje, cito una frase contundente de un prestigiado investigador sobre el tema, Richard Easterlin, que dice así: «En cualquier grupo de edad, aquellos con más educación son más felices que aquellos con menos educación».

Otras investigaciones sostienen que quienes se dedican al estudio y la escritura, no solo viven más años, ceteris paribus, sino que los años que viven los viven más felices, más relajados y con más salud. ¡Excelentes noticias para la motivación! Pero malas noticias para el utilitarismo monetario. ¡Este es un golpe directo a todos aquellos que le damos mucho peso a los pesos!
Todos tenemos una función de utilidad, es decir, una relación entre ciertos factores y la percepción de utilidad o beneficio personal. Es mi intuición que muchos de nosotros le damos demasiado peso a los factores monetarios (pesos, dinero) y menos a los no monetarios; tiempo libre, libertad, relajación, balance, realización, lectura,ausencia de jefes, etc.). Y nos pasamos la vida acumulando dinero para comprar precisamente cosas. Pero tan preocupados estamos en hacer dinero para comprar cosas que se nos olvida disfrutar la vida de manera integral, balanceada, profunda.
La evidencia del mismo Easterlin y otros investigadores sugiere que, después de cierto nivel de ingreso o riqueza, la percepción de felicidad no solo se estanca sino que disminuye. En otras palabras: «estoy tan ocupado haciendo dinero, escalando peldaños de éxito, fama, que se me olvidaron los momentos que realmente me dan felicidad: relaciones humanas, naturaleza, relajación, sensación profunda de integración con la vida y el entorno, sencillez y humildad, pensamiento y creatividad.»
La educación en sentido amplio, ya sea al leer o escribir, con la música, el arte en general, el deporte y el ejercicio, la vida sana y decente, es un gran factor de felicidad.
Hoy 23 de agosto de 2014, como muchos días más lo puedo corroborar: más educación = más felicidad. Muchos de ustedes, queridos lectores, saben que llevo ya casi un año embarcado en un nuevo proyecto sobre la educación en el mundo. Saben que estoy visitando escuelas alrededor del mundo y que aquí y allá, me acomodo en bibliotecas de diferentes universidades. Hace dos semanas estaba yo escribiendo algunas notas en el hermoso y clásico salón de lectura de la biblioteca Green de la Universidad de Stanford.

Hoy, 23 de agosto, escribo estas líneas en un enorme y abovedado salón neoclásico de la no menos hermosa y principal biblioteca de la Universidad de Harvard «The Widener Library«.

En total la Universidad de Harvard tiene más de 70 bibliotecas que en conjunto alojan a alrededor de 16 millones de objetos (items). Pues precisamente aquí redacto, en seguimiento a lo escrito desde Stanford y entretiempos, un capítulo del nuevo manuscrito sobre la educación en el mundo, después del frenesí del cambio de siglo. No esperaré a visitar todos los sistemas educativos y escuelas que tengo en mente para tratar de publicar algo. En esta ocasión a diferencia de hace 10 años, cuando inicié mi primer proyecto alrededor de las escuelas de clase mundial, en el que esperé tres o cuatro años para publicar resultados, ahora lo haré con menos de un año de espera y por turnos. Mi primer publicación será sobre siete sistemas educativos. Bueno, esa es mi intención.

Pero bien, ahora sé el significado de la frase de Easterlin y porqué la educación y una buena vida de estudio y lectura arrojan mayores y mejores sensaciones de felicidad. El lugar es tranquilo, mi vista por la ventana inmejorable con un cielo medio nublado la fachada de uno de los típicos edificios del campus principal de la Universidad.
A pesar de ser un salón enorme, observo como toda la gente procura hacer el menor ruido posible. Por ejemplo, a mi izquierda acaba de llegar una joven estudiante que está por sentarse a trabajar con su laptop, un par de libros, una taza con café, un termo con agua, unos audífonos y un cuaderno con hojas blancas. Con mucho respeto la estudiante coloca sobre la mesa de madera todos sus objetos pero con tal suavidad que no se escucha el golpeteo común cuando uno se despliega a libertad sobre el escritorio. Lo hace con el cuidado suficiente para no ocasionar ruido conspicuo. En fin.
La sensación del conjunto es increíble. Por eso, educación y felicidad van de la mano. Este espacio de reflexión y estudio, valen más que 10 sesiones psicoanalíticas, a menos que sean sesiones de análisis cognitivo; pero cuando uno está concentrado, leyendo, escribiendo, en lo suyo y creando, en realidad lo que uno hace es terapia cognitiva.
Regreso a la redacción del capítulo sobre las escuelas y la educación en Chile.
Deja una respuesta