¿Confiamos o no confiamos en los maestros? El INEE y la Calidad Educativa
Por Eduardo Andere M.*
Las tres leyes educativas son fait accompli.
Tres es también el número de instituciones gubernamentales o estatales que tratan de promover su aplicación, y de persuadir, a través de sendos portales mediáticos, a quienes a las leyes se oponen, a saber: la presidencia de la república http://www.presidencia.gob.mx/reformaeducativa/; la SEP http://www.reformaeducativa.sep.gob.mx/beneficios-1/beneficios.html; y el pacto por México http://pactopormexico.org/la-reforma-educativa-asegura-mas-calidad-en-la-educacion-de-tus-hijos/.
Las tres organizaciones utilizan el mismo lenguaje y hablan de la calidad educativa, en el sentido de que la reforma permitirá: mejorar la calidad de la educación (presidencia); elevar la calidad de la educación para que los alumnos aprendan más y mejor (SEP); asegurar más calidad en la educación de tus hijos (pacto por México).
Nadie puede aseverar que a través del acomodo de letras y palabras en un ordenamiento jurídico se eleva o mejora y menos se asegura la calidad de la educación.
Pero quitando eso, en el mundo mediático del jugador más importante de los tres arriba mencionados en este juego de política pública, i.e., la presidencia, utiliza un lenguaje conspicuamente opuesto al expresado en las leyes de la reforma educativa. En el mencionado sitio o portal de la presidencia se dice que la Ley General del Servicio Profesional Docente (LGSPD) “está construida sobre la base de la confianza en los maestros y considera su vocación y potencial”.
Los maestros, directivos y supervisores, serán obligatoriamente evaluados (artículo 52 de la LGSPD). Si después de tres evaluaciones anuales consecutivas los maestros no obtienen resultados suficientes (artículo 53 de la LGSPD), serán despedidos para el caso de los provisionales (artículo noveno transitorio) o readscritos para otras tareas (artículo octavo transitorio) para el caso de los maestros definitivos. En ambos casos si no se sujetan a los procesos de evaluación o no se incorporan a los programas de regularización, serán despedidos (artículos 53, octavo y noveno transitorios de la LGSPD) respetando sus derechos constitucionales (con causa justificada).
Aparentemente, este mandato legislativo no es seguido al pie de la letra por el INEE de acuerdo a lo publicado en su Programa Anual 2014 de los Procesos de Evaluación del Servicio Profesional Docente del 14 de febrero de 2014 (http://www.inee.edu.mx). Ver en especial el cuadro sinóptico donde en la página 35; donde el INEE establece la evaluación cada cuatro años cuando la ley la ordena anual consecutiva (Artículo 53 LGSPD párrafos segundo y tercero).
Los sistemas educativos más avanzados del mundo, por razones culturales, prácticas o legales, no despiden a sus maestros. Y el sistema educativo que es la mejor referencia (“benchmark”) de la educación preuniversitaria del siglo XXI, Finlandia, no solo no despide a los maestros sino que no los somete a evaluaciones periódicas y menos a rendición de cuentas con readscripciones o regularizaciones. El sistema Finlandés, como muchos otros, por ejemplo, el escocés, australiano, neozelandés, suizo, coreano, flamenco, alemán, singapurense o chino de Hong Kong, no aprietan la tuerca al final del proceso (exámenes de desempeño en ejercicio) sino al principio de su carrera: selección, formación y colocación de los maestros. El esfuerzo se concentra en atraer y formar a los mejores maestros. Una vez ungidos con el aceite sagrado de la profesión la confianza se deposita en ellos.
Tanto la evaluación magisterial propuesta por las nuevas leyes, como los planes y programas por competencias del Acuerdo de Articulación de agosto de 2011, como los libros de texto y su digitalización, así como la secuencia estricta de bloques y proyectos por asignatura, son muestra de que el sistema educativo desconfía completamente en la capacidad profesional del magisterio.
Con un sistema educativo tan grande como el mexicano con alrededor de 40 millones de educandos; con realidades regionales, socioeconómicas y culturales tan dispersas, con una oferta educativa segregada, con escuelas que tienen todas las oportunidades de aprendizaje para niños que quizá no las necesitan, y escuelas que carecen de las mínimas oportunidades, para niños que las requieren a gritos, medidas de esta naturaleza no le harán ni cosquillas a la calidad de la educación.
Lo mismo sucedió con las grandes reformas educativas desde la época de Salinas y Zedillo con la ANMEB y los cambios “profundos” de las administraciones panistas. Enciclomedia, el rosario de currículos por competencias, la obligatoriedad de la educación preescolar, HDT, INEE, la ACE, ENLACE, etc., no le hicieron ni cosquillas a la calidad. Entre PISA 2000 y PISA 2009 no avanzamos ningún punto en desempeño en español o lectura; y permanecimos consistentemente durante toda la década pasada, en el último lugar de desempeño, de las tres áreas de evaluación (lectura, matemáticas y ciencia) de todas las rondas PISA entre todos los países de la OCDE.
Como quien es novato en billar y de repente le sale a uno la carambola de tres bandas, algo bueno, y de alta política, puede surgir de todo esto, y del tropezado diálogo entre autoridades y maestros: una verdadera, transparente y no disimulada democracia en la representación magisterial; no con uno, sino con varios sindicatos; no con una titularidad de negociación contractual sino varias. Pero eso, requiere que legisladores y gobernantes se pongan de acuerdo y modifiquen el marco legal del derecho sindical y laboral mexicano.
No necesitamos más pruebas, ni más evaluación, ni correr a los malos maestros, ni premiar a los buenos; tampoco necesitamos regalar computadoras, o seudo-laptops, ni tabletas a los niños o sus escuelas; tampoco se resolverá la crisis educativa con un INEE de tercera generación; un producto malo es malo no importa cuántas veces se evalúe. Si el jitomate está echado a perder, está echado a perder. Necesitamos nueva tierra, nuevos procesos, nuevos maestros, nuevos programas; cero pobreza y una sociedad igualitaria y equitativa. Cuando eso suceda, entonces sí cosecharemos educación de calidad.
* Profesor-investigador visitante de la Escuela Steinhardt de Cultura, Educación y Desarrollo Humano de la Universidad de Nueva York. Analista y escritor.
** Una versión resumida y no actualizada de este artículo se publicó en el periódico Reforma el 11 de octubre de 2013
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