Estrategia es el nombre del juego
Mis lectores saben que Xóchitl y Claudia están peleando en el ring de los juegos de suma cero. Aquí no hay ganar ganar sino ganar perder. Aquí no hay historias ni virtudes; hay votos. La campaña política por una curul es la esencia misma de la política. En este mundo, los políticos no tienen moral y no tienen ética, al menos no las mismas que las de los ciudadanos de a pie. Por ejemplo, no tienen la moral que nos dicta a cada uno de nosotros que engañar o robar, no importar el fin ulterior, está mal; y no tienen la ética para distinguir que un mal uso de recursos públicos para su beneficio político es un delito. Su moral y su ética están ordenadas por un solo dictado: ganar. Los políticos justifican su inmoralidad con el argumento de que si no ganan no pueden hacer los cambios que tanto beneficiarán a la humanidad. El problema con este sofisma es que en el camino se manchan tanto que al final la persona que empezó no es la misma. Además, en la política las competencias no son ni justas ni equitativas. Claudia y Xóchitl empezaron con piso disparejo. Claudia tiene una enorme ventaja con un superpadrino. Ni modo, así es la vida. Es como la carrera educativa entre los que más tienen y los que menos tienen. ¿Es el origen de los pobres su destino? No; sin embargo, tienen que trabajar más y eso tampoco es justo. Por tanto Xóchitl tiene que trabajar mucho más. Quizá su cosecha no sea en junio próximo sino en 2030; quizá nunca. Dependerá de muchos factores, entre otros, su estrategia. Pero aún si Claudia gana, sépase que tarde o temprano el péndulo político regresará a la media si tan solo por el principio estadístico de la regresión a la media.
De regreso a la pregunta inicial ¿cómo ganar la elección? En 2018* escribí lo siguiente:
Hasta los “mejores” candidatos pierden las elecciones, léase Al Gore y Hillary Clinton; y los peores candidatos las ganan, por ejemplo, Donald Trump.
En democracias auténticas no es suficiente tener buenas ideas ni ser el político ideal, o la persona ideal. No es tema de ideología sino de estrategia. Las ideologías colocan a los candidatos en los extremos de un espectro político. Digamos izquierda o derecha. Los votantes con preferencias izquierdistas son seguros seguidores de un candidato izquierdista. Lo mismo aplica para el candidato de la extrema derecha. Si la población votante es izquierdista, los candidatos serán o muy izquierdistas o menos izquierdistas, en este sentido, los muy izquierdistas serían los extremos izquierdistas del primer ejemplo. Los menos izquierdistas serían los derechistas del mismo primer ejemplo. Con esto quiero decir que la población votante se distribuye de manera normal (función normal), debajo de una curva (función) que tiene la forma de una campana. Siempre hay una media en el centro y una distribución continua de la población restante que se distribuye a la izquierda y a la derecha de la media. Entonces, en cualquier caso, el candidato de la extrema izquierda tiene asegurados a los votantes más alejados de la media hacia la izquierda; el candidato de la derecha tiene asegurados a los votantes de la derecha. Los candidatos cercanos al centro de la distribución son quienes decidirán la elección asumiendo una distribución más o menos cerrada o equitativa entre la izquierda y la derecha. Como los votantes del centro no tienen una ideología muy marcada, por lo general son pragmáticos, independientes o indecisos. Éstos son a quienes se tiene que conquistar.
¿Cómo se ganan las elecciones? Si es de extrema izquierda, moviéndose hacia la derecha. Si es de extrema derecha, moviéndose hacia la izquierda. ¿Cómo se pierden las elecciones? Con varios candidatos narcisos en un solo lado del espectro, voto diluido. La única solución es la segunda vuelta. Pero eso no existe en México, debiera existir, pero no existe. Esa debió haber sido la reforma política más trascendente para evitar a un representante con mayorías relativas.
¿Qué es lo recomendable para los candidatos? Para el candidato que goza de un monopolio ideológico, por ejemplo, Claudia con la izquierda y Xóchitl con la derecha, sería buscar a toda costa moverse con sigilo, pero consistentemente, hacia el centro del espectro. No tiene mucho sentido gastar recursos para convencer a los convencidos. Deben a todo vapor coquetear y conquistar a los alejados de los extremos. Pensemos por ejemplo en una playa de 500 metros de extensión. En ambos extremos hay dos expendios de cerveza. Asumiendo que el número de playitas se distribuyen uniformemente en la playa y que en su mayoría prefieren descansar y estar cerca del expendio de cerveza, el vendedor del extremo derecho tiene asegurados a los playitas cercanos. Lo mismo sucede con el vendedor del extremo izquierdo. Entonces, ¿qué debe hacer el vendedor de cada extremo? El del extremo derecho debe moverse hacia la izquierda, de esta manera asegura a todos los que estén a su derecha y ganará a los que vayan conquistando con su movimiento hacia la izquierda. Si se queda estancado en su extremo y el vendedor del extremo opuesto empieza a moverse, seguro perderá a todos sus consumidores potenciales. El peligro de esta estrategia es que para atraer a los consumidores alejados se cambie de producto por completo. Es decir, bajando a la realidad, esto significaría que Xóchitl promueva un producto tan modificado como vouchers educativos o vouchers de salud que sean tan increíbles o inadecuados que de plano pierda a los votantes indecisos o centrales y algunos de la derecha. Lo mismo sucedería con Claudia. Aunque reconozco que Claudia, así como tiene una ventaja inicial sobre Xóchitl, también padece de menos margen de maniobra para ofrecer productos que la acerquen a la derecha; no sea que AMLO o la base Morenista la desdeñen. Esta es la ventaja de Xóchitl: mayor nivel de maniobra y versatilidad. Pero urge que atienda a quienes no son sus clientes seguros. Necesita ir y convencer al México profundo; al votante que por años ha sido conquistado por sus opositores. Con 10% de esos votantes que conquiste, es suficiente para cerrar a cero la brecha de dos dígitos que algunas encuestas le dan a Claudia, porque los 10 puntos que ganaría Xóchitl son 10 puntos que perdería Claudia. Claudia si se duerme en sus laureles podría quedarse estancada para siempre. Necesita, si quiere ganarse los votos del centro, diseñar alguna estrategia que atraiga al electorado central, que de cualquier manera los necesitaría para gobernar con más grados de libertad.
Trump ganó en 2018 porque siendo de extrema derecha apeló a los grupos del centro y de izquierda ofreciendo proteccionismo y medidas populistas. Ofertasmuy alejadas del espectro ideológico conservador del partido Republicano. Pero con los votos duros en la bolsa, Trump supo mover la balanza lo necesario, para ganarse a los independientes e indecisos y a los enojados en contra de Obama, porque pensaban que Obama se había cargado demasiado a las preferencias liberales. Trump, no es el mejor candidato, y hasta abril de 2018 estaba clasificado como el presidente con el más bajo nivel de aceptación de todos los presidentes en la historia de Estados Unidos, pero ganó, no por ideología o carisma, sino por estrategia.
Trump con todo su bajo ranking está cerca de ganar La Casa Blanca por segunda ocasión. Estrategia es el nombre del juego.

*Texto en azul: Andere, M. Eduardo (2018). Democracia, Transparencia y Educación: Demagogía, Corrupción e Ignorancia. México: Siglo Veintiuno Editores. Pp. 107-112.

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